25.5.14

Feel the pain






Sin saber que era la última vez,
me mirabas a los ojos en aquel áspero sofá.
Todo era arisco a comparación de tu piel.
Tus manos, subían y bajaban.
Danzaban por la pista de mi cuerpo.
Forzando un despegue hacia puntos turbulentos.
Accionando algo incontrolable.
Entramos en un terreno pantanoso.

Pero las carcajadas se desvanecieron,
como la nieve cuando llega el buen tiempo,
como la ola que choca contra las rocas,
Tu mirada se oscureció.
Me perdiste de tus pensamientos.
Me hiciste ser una mera pasajera.


Y te marchaste.
Para siempre.
El amor no entiende de razones.
Simplemente elegiste.
Sin explicaciones.
Te esfumaste con tus promesas.
Y yo me propuse olvidar cada recuerdo.
Pero ya puede pasar el tiempo,
que yo sigo pensado que no estamos solos,
que vas a volver.
Y mientras tanto te escribo,
para recordar que no hay última vez,
que no estrellamos,
porque las colisiones duelen
y yo no siento nada.





17.5.14

Sobre decisiones vertiginosas


¿Cuándo estás ascendiendo y cuando in crescendo? 
Las relaciones son de lo más complicado. Sobre todo cuando las dudas te acribillan y controlar el miedo a perderle es prácticamente imposible. 
En este punto, el agobio comienza a oprimirte y la cordura desaparece. La forma de actuar es completamente ilógica y ni ellos mismos se reconocen. 
Y esto Sofía lo sabía muy bien. 
El último detalle que había recibido era "El beso" de Klimt en versión vinilo. Con una frase en el dorso que decía algo como "siempre a mi lado". 
De este estupendo regalo hacía meses. Y en este tiempo había escuchado una serie de comentarios que dejaban mucho que pensar acerca de quién era realmente su pareja. 
¿Y si vivía en una mentira? ¿Y si era cierto y él tenía una vida paralela? 
Todas estas ideas hicieron que Sofía necesitase la independencia que él no le daba. 
Lo cierto es que ella odiaba el control, era más como un alma libre que necesita amor, no rutina. 

Él, por el contrario, era todo calma, seguridad y sobre todo cero cambio. No le gustaban aquellos altibajos, es más, no le gustaba nada que saliese de lo común en su día a día. Roto por la idea de no poder hacerla feliz, se dejó ir, cada día un poco más. Nunca había sentido nada como aquello. Pasaba horas y horas en el trabajo o deambulando por las calles para no verla de nuevo, tenía tanto miedo... que fue incapaz de volverse valiente.

Esta era la estúpida rutina, de dos locos, enamorados, en su día más de la cuenta, y ahora, cuentan cada minuto que están cerca del otro, porque les parece demasiado. Seguían siendo lo que todo el mundo quería que fuesen, un par de extraños que compartían cama, vida, y algún que otro suspiro. Pero hace tiempo que los sueños se esfumaron, los besos se perdieron, y aquellas palabras, las que sellaron su amor, se fueron diluyendo en el tiempo, arrastradas por las mentiras para no quererse, que cada día se lanzaban. Mentiras piadosas, escondidas, verdades, que solo retrasaban aquel final anunciado. 

Sofía apenas le miraba, él, casi ni la rozaba. Así es como el principio del fin, comienza. Sus labios sellaron el último adiós, el más dulce final para un punto y seguido bastante amargo. Una despedida sutil, sin poder sospechar que se perdía para siempre el momento de disipar cada una de las dudas. Así acabó todo, sin explicaciones, sin llantos, sin un último suspiro, simplemente hizo falta una mirada para saber que la felicidad se había esfumado. 

Entonces, Sofía llenó la maleta de desilusión, de regalos que ahora no tenían la menor importancia, de años perdidos, de incertidumbre, de recuerdos agridulces, de viajes que nunca harían a Roma, París o Estambul, de promesas rotas, de desamor.
Y le dejó a Él en aquella casa que ya ni hogar era. Pues sólo quedaban unos cuantos muebles, y nada que dar sentido a una vida estancada en la más profunda rutina.
Sofía era una de esas que se habían armado de valentía para cumplir un simple sueño: ser feliz. Y estaba dispuesta a todo por conseguirlo. 
Era una de esas pocas que no se quedaban ancladas en el pasado, tomaba decisiones precipitadas, seguía los impulsos del corazón, y esta vez le decía que hacía tiempo que había dejado de soñar y ese era el principal motivo para haber dejado su sueño a un lado.

El vértigo y la libertad algunas veces van unidos, y llegan a un camino: la felicidad. 







Escrito por Miguel y Martina

12.5.14

Martina

Martina no tiene una vida constante, ¡nada de eso! Es una montaña rusa donde las emociones y los sentimientos son incontrolables. Ella, simplemente se limita a permanecer en el vagón y admirar el ascenso, riendo y sintiéndose plena e independiente.
Sin embargo, pronto llega la caída, y ella poco puede hacer más que gritar y abrazar a quien tiene al lado, para sentirse protegida. 
Impregnada de unas palabras que susurran caridad, y unas miradas de compasión. 
Unos días en los que hasta el sol más brillante se torna en un gris tan oscuro como la noche en las que parece vivir desde que cualquier motivación se ha marchado a modo de cohete. Audaz y tan veloz como la velocidad de la luz. La que desapareció con el sonido de su risa.
Los trenes pasan, las oportunidades se desvanecen, las personas cambian, y de repente, estás sola en una casa donde lo único que da vida es el retazo de un buen libro. 
La apatía reina y ni el arroz al horno ni ningún mensaje te hacen revivir. Porque recuerda, estás en declive y esto solo acabará cuando llegues al final.
Y tal vez, algún día sea capaz de bajar del vagón y controlar qué producirán cada una de sus acciones. 
Mi apreciada Martina, no has de querer a quien no se quiere. Algunas personas están solas porque construyen muros en lugar de puentes...


¡Os dejo este video de Ferreiro y Rubén Pozo!







"alargarnos la sonrisa, sacudirnos la distancia      y poder burlar al tiempo... "