6.10.15

El día que volviste a la Tierra.


Martina veía por la ventana como dejaba atrás tantos recuerdos y tantas vivencias.
Se preguntaba si estaba preparada para volver a su vida anterior.
Durante este periodo habian sucedido tantas cosas que pensaba en cómo habían afectado esos meses a su personalidad. Un lapso de tiempo de un año que al vivirlo tan alejada de todo lo conocido, de su zona de confort o conformismo le había hecho cambiar.
Se cuestionaba así si en su regreso iba a saber readaptarse.
Porque había aprendido, había cambiado.
A momentos se había aislado del mundo y otros había sido la más extrovertida, conociendo a muchas personas con valores y vivencias diferentes que le hacían darse cuenta de que ella veía tan solo una realidad condicionada por su entorno.
Ella tan de todo o nada. De nada y todo. Aplicando esto a todos los aspectos imaginables.

Y en este interludio de dos horas de vuelo cambia drásticamente de una vida a otra.
Atrás queda Roma y sus hazañas, locuras, secretos.
Y volamos hacia una especie de pasado-futuro indeterminado completamente.

La ciudad eterna se diluía entre las nubes que le rodeaban, junto a aquel mundo que con esfuerzo había creado por ella misma.
Pensó en aquella sonrisa, al abrir los ojos y ver que no pudo acabar mejor la noche anterior, con la compañía idílica.
El torso desnudo del chico más guapo (para ella) de aquella ciudad universitaria. Cuando le preguntó delante de un grupo de gente, stasera tu e io facciamo l’amore? Sorprendente y ruborizante comentario al que no había podido negarse por ser la última noche, por querer experimentar una vez más.
Durante este año había comprendido que las expectativas muchas veces se alejan de la realidad y que alguna vez nos sorprenden gratamente.

Así que, ahora se desprendía de estos pensamientos, estas vivencias que habían ocurrido hacía tan solo unas horas, y pensaba en el verano que le esperaba: repleto de sensaciones positivas y agradables pero nada en concreto. Ninguna persona, ningún momento, ninguna idea.
¿Martina? Claro que esperas calas, bucear, reencuentros, sonrisas al sol, noches de verano.

Pero a la vez se cuestionaba si deseaba volver a todo lo que había añorado. Parece incoherente, ¿no? Pobre M, es una sensación tan extraña como imprecisa. Es la sensación de vivir en una vida paralela. Todo sucede, nada sucede.

Se acababa una experiencia pero no las ansias por vivir algo extraordinario. Tenía claro que ella era la dueña de su propio destino. Yo puedo crear y creer lo que yo quiera, y eso me satisface- se repetía cuando las dudas le asaltaban.
De esta forma aterrizaba sobre esa especie de pasado-futuro, indeterminado completamente, pero con la determinación de que en ella, en Martina, está el futuro.
Un mañana acompañada por amigos, por familia, un mañana acompañada por el ayer, pero sobre todo, por ella misma.

Martina Romá.