7.5.16

Sobre re-conocerse

Corro por la calle.
El éxtasis me persigue.
Me empuja.
¿Hacia dónde estoy yendo?
El chico con el que me cruzo se queda extrañado.
¿Qué pasará por su mente?
No hay tiempo.
Solo le doy vueltas a la idea de que estoy llegando.
Estoy llegando lejos.
Sin la pretensión de querer agradar.
Pero lo hago.
Y como me satisface...
¿Que pensarán papá y mamá de esto?
¿Será esta decisión tan relevante como ahora lo resulta?
¿Cuál es el punto en el que todo cambia?
¿Es este?


Martina estaba sorprendida.
Desde el prisma de la lejanía se veía viviendo su vida conforme a lo esperado.
Leyó una nota que escribió en 2013 que decía algo así como "da lo mejor de ti y lo mejor vendrá"
Tres años más tarde parecía una profecía autocumplida: cada hecho que ocurría le llenaba de vida, le magnificaba ver lo que estaba creando ella misma.
A través de conversaciones, de miradas, de sonrisas, conectaba con algunas personas desconocidas de forma que le permitía ampliar su visión de aquella realidad cambiante.
Los empresarios le contaban su experiencia hasta convertirse en alguien de éxito.
Los del instituto de investigación le relataban sus estudios y le introducían en su particular mundo a través de pequeños libros y cursos donde encontraba la utilidad de lo que llevaba cuatro años estudiando.
Aquel alumno que se sentaba a su lado terminaba por contarle su idea de negocio.
Los de la Akademia le transladaban una visión que la sociedad no le permitía admirar, se planteaba numerosas cuestiones acerca de las creencias, de los valores, de la alimentación, del mundo espiritual.
Además ampliar su círculo le había permitido conocer a personas que le impulsaban a alcanzar cada meta: porque era posible; porque ella era capaz de hacer lo que se propusiera.
Las clases de oratoria despertaban a Martina: los discursos de Martin Luther King y su "Tengo un sueño" que promulgaba la lucha pacífica con el fin de conseguir la igualdad en justicia racial. Las citas de Cicerón, de Julio Cesar, Bruto y Marco Antonio, Steve Jobs.
A través de estas referencias comprendía la efectividad de los argumentos empleados, las diferentes interpretaciones de conceptos como justicia, derecho, legitimidad...

Lo cierto es que Martina pensaba que era toda una suerte sentirse así.
Aquellos objetivos se estaban cumpliendo, y lo mejor de todo es que ella era consciente de este cambio. 
Martina pensaba que la suerte aparece cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan.
Veía como su vida estaba cambiando. Cómo una decisión le estaba llevando a otra y por suerte o por azar, o por la combinación de preparación y talento, creaba sus propias oportunidades y su camino iba tomando forma. 
Por una parte se encontraba ensimismada, viendo como todo giraba y giraba, y como sus actos le llevaban a otros actos, a otras situaciones. Y en ese ensimismamiento, también iba aprendiendo y actuando.
Aunque también, le acechaba el miedo de no acertar en la decisión tomada. Sabía que nada de todo esto era irrevocable, y que si erraba podría volver a comenzar, pero le desesperaba la idea de perder el tiempo.
Entre el éxtasis y la consciencia apartó el miedo de su lado y disfrutó del momento. Aquel único momento a los veintiún años de Martina, que no volvería a suceder. Y comenzó a despertarse cada mañana con la sensación de que era un día importante en su vida: estaba formando su camino.
Saboreando el instante de vida, energía, magia y pasión, comenzó a ver su propio potencial. Aquellas fortalezas que le caracterizaban. Y dejó cualquier clase de conformismo y se re-conoció en su autenticidad.

¿Quién sabía si este era el punto en el que todo estaba cambiando? 

Martina Romá