Todo empezó como una de esas mañanas oscuras en las que el gélido viento acecha. El mundo me hizo un favor y al llegar al semáforo se puso en verde. No me dio por pensar que aquel era el día.
El día en que nuestros fríos pies acabarían rozándose a modo de colisión como si de dos polos se tratase.
Solía pensar que había conocido a demasiados como tú. De los que empiezan con la frase "No te fijes en mi, no te convengo”. Pero aquella vez, la respuesta a mi sonrisa era completamente contraria a lo que tus labios susurraban.
El norte y el sur en contra de todo pronóstico se habían encontrado; el limón y la sal pasaban a naranja con un afrodisíaco toque de canela. Y yo no diría que fue la canela, sino más bien aquella sonrisa tan peculiar, tan cálida y cercana.
Y yo mientras me preguntaba si no le iban a molestar. Mis pies fríos, mis manos frías. El hielo que parecía envolver mi cuerpo desde que alguien que empezó con aquella misma frase se fué para no volver.
Porque no va a volver ¿sabes? Demasiados días han pasado desde aquellos puntos suspensivos a los que siempre quise borrarle los dos del final.
Y, ¿cuándo desaparecería aquel frío que me entumecía?
Aparecieron músicos, escritores, atletas, y ninguno era como el que me robó el calor. ¡Y mira que pueden cambiar las estaciones del año que yo sigo con este frío infernal!
Pero al final apareció, el que pierde el norte y se encuentra en el sur.
Al final los polos opuestos son los que devuelven el color a unos días fríos y oscuros y...se derriten.