Las prisas, la incertidumbre, el desbarajuste, producía una sensación que únicamente podía paliarse en aquel lugar.
Cuando llegamos estaba atardeciendo. Tal vez por esa razón creí ser partícipe del paraíso en aquel instante. La luz rosácea contrastaba con la vegetación verde, con las colinas y los acantilados vertiginosos.
Recuerdo que “Bohemian Rhapsody” inundaba mis oídos. Y en aquel instante decidí que aquella canción siempre me recordaría a ese momento.
Ahora la escucho y sonrío al pensar en Flavio y Nuria cantando a coro, como si aquella situación estuviese preparada de antemano.
Así, con poca prisa llegamos al Pulmón de Italia. Dispuestos a respirar aquellos días con lentitud, saboreando las horas y las minutos, con la intensidad de quien disfruta de unos días de tranquilidad.
Entonces me di cuenta de que hay oportunidades que surgen sin expectativas previas.
Y de pronto apareces en un lugar donde el tiempo vuela, pero tú eres tu propio piloto.
Y entre las nubes ves atardeceres, ves otro mundo tan diferente que no te deja indiferente.
Pasaron los días coleccionando momentos y carcajadas. Y tuve tiempo para pensar. Aquel sitio permitía hacerlo con claridad. Reflexioné a cerca de la dicotomía asociada a los cambios: la lucha por aferrarte al pasado o renunciar a él. Es complicado empezar una nueva vida y dejar atrás todo lo que has cultivado durante veinte años. Pero es cuando consigues vivir el presente, que al fin la determinación te recompensa. Vives experiencias tan nuevas, tan diferentes que nunca habrías imaginado que eso te ocurriese. Porque esas sensaciones son desconocidas para quien se queda en casa con lo puesto.
Pero la vida es valor, es enfrentarte a los problemas, o crearlos. Y vivir plenamente.
Recuerdo una noche que luego de cenar subimos por la sierra y accedimos a un camino. Un lugar que me habían descrito anteriormente. Que me había imaginado creando una imagen en mi cabeza, pero que no pensé que fuésemos a visitar.
Estaba todo oscuro, menos una pequeña plaza iluminada por unas farolas de luz cálida. En el parque habían unos columpios que hacían un ruido propio de las películas de terror. Yo dije que todo eso era un poco siniestro, pero ¡a quién quiero engañar! Estaba ilusionada de pensar que allí estaba yo. Que tenía esa oportunidad y no quería desaprovecharla. Así que dejé el miedo a un lado y respiré profundamente. Encendí la linterna del móvil y caminamos por un sendero.
Las piedras se quejaban a nuestro paso, y un búho emitía su particular sonido.
Avanzamos durante un rato hasta que llegamos a un pequeño castillo en medio de la montaña. Era muy bonito, pero no era lo único que habíamos ido a ver allí.
Miré hacia el cielo y vi con total claridad aquellas estrellas que me dejaban maravillada. Nunca en mi vida había visto que brillasen tanto. Que se pudiese diferenciar con tanta precisión las diferentes constelaciones.
Me acuerdo que durante mi infancia a veces las observaba. Durante horas, tumbada en un colchón imaginaba como serían de cerca. Y esperaba a que una fugaz me sorprendiera y poder pedir un deseo.
Pero aquel día no esperaba. No necesitaba ver ninguna porque aquella noche se estaba cumpliendo uno.
Abrí una aplicación con el móvil que me informa de las distintas fases lunares y puse el mapa estelar. Intentando diferenciarlas, se acabó la batería, ¡vaya por Dios! Y en ese momento Giulio dijo que había estudiado algo de astronomía.
Me fascinó el conocer a alguien por fin, que pudiera enseñarme sobre esos temas. Y comenzó a explicar donde estaba Orion, Marte…
No sabría decir cuanto rato pasó, pero escuchamos unos ruidos que venían del castillo. Y no pensamos que fueran espíritus de la edad media manifestándose por nuestra intromisión a su pequeño paraíso, pero decidimos que era el momento de volver a otra realidad.
Así que emprendimos de nuevo aquella senda, que separaba mundos tan diferentes, tan alejados como los años que habían transcurrido. Pero ellas seguían en el mismo lugar, alumbrando las vidas de millones de personas, durante miles de años.
Eternas olvidadas, nunca más recordaré aquel lugar sin vosotras. Sin aquel brillo que únicamente se puede apreciar en aquel lugar, Cibottola, eres uno de mis lugares favoritos.
Martina.