Estoy en un
escenario.
Casi todos
me miran extrañados. Qué verán en mi, me pregunto. Solo hay una ocasión para
causar una primera impresión.
Antes de
comenzar me he puesto una canción concreta que me hace creer en mi misma.
Comienzo mi
diálogo, mi baile.
Distintos
tonos, más entrecortados al principio, luego consigo la conexión entre nuestros
ojos, entre el público y yo.
Me imagino
la canción en mi cabeza y continúo el baile, continúa el discurso.
Llega un
instante en que parece que todos me presten atención, pero no consigo
interpretar sus caras, ¿estaré siendo de utilidad? ¿les estará gustando
invertir este momento conmigo?
Elegimos a
una persona que nos inspira, tanto popularmente conocida como de nuestro ámbito
más personal, esto no es lo relevante. Aparecen profesores, creadores de
imperios de empresas, aparece la vertiente más emocional con Pablo Raez, con su
lucha y su fortaleza. Yo pienso también en alguien en concreto, de mi día a
día, alguien que me ilumina con su luz, alguien que me guardo para mi.
Luego
hablamos de liderazgo, de trabajo en equipo. Posteriormente les pregunto qué
ocurriría si hubiese una guerra o un cambio sustancial en nuestra realidad tal
y como la conocemos. Estos chicos no están acostumbrados a estas cuestiones.
Les hablo
de la supervivencia del accidente en los Andes y de cómo su pensamiento en ese
instante residía en volver con su familia, no en las trivialidades que podemos
considerar importantes a día de hoy: el dinero, los contratos o las cosas
materiales.
Tal vez los
estudiantes de negocios piensan que esto son estupideces y que nunca nos
ocurrirán. Porque eso no es algo que le vaya a suceder a alguien como
nosotros. La grandeza de este accidente en concreto, decían que era una
historia extraordinaria vivida por personas normales. A cualquiera podría
haberle ocurrido.
Parece que
no les ha parecido insignificante, cada vez su mirada transmite más presencia e
interés.
La persona
que me evalúa cada vez está mas implicada, supongo que es lo más cerca al
reconocimiento personal que he estado.
La canción
ha pasado a formar parte de mis movimientos, mis palabras, de los tonos
que empleo, no se si les he gustado, pero yo estoy impresionada con lo que siento,
he logrado algo que deseaba con fuerza: disfrutar el momento, disfrutar ese
momento concreto.
Cuando
acaba todo, la melodía se va apagando pero mi percepción de crecimiento es
inmensa.
Tener la
sensación de que vas a llegar lejos, que es el principio de una larga
trayectoria. ¿será esto la motivación intrínseca de la que hablan los
libros?
Los
aplausos me hacen recordar, mirar atrás y pensar: yo no me veía capaz de hacer
esto.
Lo especial
es haberlo conseguido desde mi esencia, mi Ser natural. El poder comunicar
y haber tenido la soltura para desenvolverme.
Ahí estoy
yo, conscientemente desde la tarima observando la vida, y siendo consecuente
conmigo misma, de vivir algo tan mío que me veo capaz.
Martina Romá