Un lugar que no me pertenece pero al que pertenezco.
Al igual que estos lugares son mágicos, también se producen conexiones con seres que aunque tendamos a pensar que nos pertenecen (i.e. un perro), somos nosotros quien les pertenecemos a ellos.
En definitiva, los roles se invierten porque no existen.
Nos empeñamos en pensar que los animales han de tener un dueño, pero ellos eligen una figura de referencia que sospecho es la que más amor les brinda.
Yo no le daba de comer cada noche, ni le cambiaba el agua cada día. Pero dábamos paseos juntos, nos sentábamos sin ningún pretexto por el campo y, en realidad no hacíamos nada especial más que disfrutar de nuestra compañía.
Simba ha sido algo que no me ha pertenecido sino que yo he pertenecido a él.
Como una vez escribí en un pie de una foto suya: "El imaginario de la posesión hace del amor una situación de guerra".
Pues pertenecer cuando se trata de compartir la vida tiene una acepción distinta.
Particularmente creo que es la libertad de escoger. Un amigo no me pertenece pues el amor es libertad. Es SER cuando estás con ese algo o alguien que te permite ser tu mismo. Sin importar tus aciertos o tus derrotas, por ello te aleja del ego y te acerca a la esencia.
Dando. Recibiendo. Amor. Cariño. Paz. Libertad.