Julia había crecido en una familia con principios. Siempre había oído hablar de compartir, de repartir la riqueza para que la gran parte de la población pudiera cubrir todas las necesidades.
Pero he ahí la cuestión, ¿cuándo se cubren las necesidades?
Los elementos materiales ayudan a satisfacer y mejorar la calidad de vida. Pero nunca se había dado cuenta de la dependencia que sustentaban en ella.
Recuerdo bien como comenzó todo.
Llegó a casa con aquel BMW de su padre. Y les saludó con un beso a cada uno. Luego, se tumbó en un sofá de cuero negro reclinable. Sacó el Mac y mientras navegaba por internet contestaba a los abrumadores mensajes que sonaban sin cesar en el IPhone 5.
De fondo había puesta una película en TVE.
Dejó lo que estaba haciendo y comenzó a prestar atención a lo que más que una película le serviría como una herramienta para cambiar lo establecido hasta ese momento en su vida.
La película se llamaba Vicente Ferrer, y sus padres le aportaban toda la información que necesitaba para comprender con totalidad aquella obra que desarrolló en tierras orientales.
Como ella me contaba, comenzó a sentir fascinación por aquel hombre y su mujer que dedicaron su vida a mejorar la situación en la que se encontraba una parte menos favorecida de la India. Existen personas extraordinarias, pensaba al observar todo lo que eran capaces de hacer.
A partir de ahí su mente cambió. ¿Cuál es mi lugar en el mundo? ¿Cuán egoísta soy? ¿Puedo cambiarlo? Son preguntas que se formulaba al darse cuenta de que se había convertido en una niña materialista, que sólo se preocupaba de lo que pasaba en su círculo cercano. La crisis que le rodeaba quedaba remota de las necesidades que tenían en aquellos países que teníamos olvidados.
Y todos esos pensamientos fueron derivando en una idea, no se sí grande, pero cambiaría el transcurso de sus días. La manera de ver las cosas y le ayudaría a crecer y madurar.
Julia se dió cuenta de que para ser una persona extraordinaria hace falta voluntad y dedicación. Los ideales han de ponerse en práctica, porque el egoísmo nos abraza, y a veces con tal fuerza que nos es imposible mirar hacia otra parte que la que se nos pone en frente.
Como decía Martin Luther King, hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos.
Pero he ahí la cuestión, ¿cuándo se cubren las necesidades?
Los elementos materiales ayudan a satisfacer y mejorar la calidad de vida. Pero nunca se había dado cuenta de la dependencia que sustentaban en ella.
Recuerdo bien como comenzó todo.
Llegó a casa con aquel BMW de su padre. Y les saludó con un beso a cada uno. Luego, se tumbó en un sofá de cuero negro reclinable. Sacó el Mac y mientras navegaba por internet contestaba a los abrumadores mensajes que sonaban sin cesar en el IPhone 5.
De fondo había puesta una película en TVE.
Dejó lo que estaba haciendo y comenzó a prestar atención a lo que más que una película le serviría como una herramienta para cambiar lo establecido hasta ese momento en su vida.
La película se llamaba Vicente Ferrer, y sus padres le aportaban toda la información que necesitaba para comprender con totalidad aquella obra que desarrolló en tierras orientales.
Como ella me contaba, comenzó a sentir fascinación por aquel hombre y su mujer que dedicaron su vida a mejorar la situación en la que se encontraba una parte menos favorecida de la India. Existen personas extraordinarias, pensaba al observar todo lo que eran capaces de hacer.
A partir de ahí su mente cambió. ¿Cuál es mi lugar en el mundo? ¿Cuán egoísta soy? ¿Puedo cambiarlo? Son preguntas que se formulaba al darse cuenta de que se había convertido en una niña materialista, que sólo se preocupaba de lo que pasaba en su círculo cercano. La crisis que le rodeaba quedaba remota de las necesidades que tenían en aquellos países que teníamos olvidados.
Y todos esos pensamientos fueron derivando en una idea, no se sí grande, pero cambiaría el transcurso de sus días. La manera de ver las cosas y le ayudaría a crecer y madurar.
Julia se dió cuenta de que para ser una persona extraordinaria hace falta voluntad y dedicación. Los ideales han de ponerse en práctica, porque el egoísmo nos abraza, y a veces con tal fuerza que nos es imposible mirar hacia otra parte que la que se nos pone en frente.
Como decía Martin Luther King, hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos.