Se miraban, le acariciaba y le llenaba de amor. Por que lo suyo era así; no necesitaban grandes cosas y aquello le completaba.
Recordó el buen día que decidió evitar las expectativas y dió rienda suelta a vivir lo que estaba ocurriendo en realidad y no lo esperado.
Comenzó a sentir por otras personas y la vida le sorprendió.
Fue gratificante el momento en el que tomó aquella iniciativa, a la vista insignificante, pero sorprendentemente la respuesta fue tan positiva que no pudo evitar el gran salto que es el enamoramiento.
Y alguien le hacía sentir vivo, joven, lleno de experiencias por vivir, de recuerdos que fabricar.
En ese momento sonaba Mrs Robinson, y Martina supo que aquella sonrisa ya había quedado guardada como uno de los mejores recuerdos de ese mágico año.
Lo único que deseaba era eternificar ese instante y que nada terminara.
Pero sabía que eso nunca había sido más imposible, y tal vez por ello lo deseara con tanta fuerza.
Martina Romá.