15.12.18

Una habitación con vistas al interior


Me fascinan los atardeceres. Los diferentes colores en los que se transforma el cielo. Ese lugar con tantísimos años, testigo de millones de historias.

Particularmente esta es la mía. 

Unas vacaciones en Roma que duraron diez meses, una palmera que simboliza raíces: el jardín de casa, los veranos en la piscina mirando hacia arriba y admirando las ramas y sus formas, sombras y colores.

Las nubes representan la Martina soñadora, creativa y con inquietudes artísticas. La combinación de colores, significan los diversos momentos, etapas y experiencias que atraviesa cada ser humano.

Edificios de fondo: la civilización.

Una piel morena, resquicios de un verano repleto de recuerdos.

Rizos, característicos de este ser que pretende admirar diferentes perspectivas de una misma realidad. No hay nada menos heterogéneo que la verdad.

La LUZ iluminando el paso inexorable del tiempo.

Una habitación de un nuevo año: lejos de todo, adaptación (de nuevo) al pasado-futuro. Un comienzo de curso sin recibir clases, impartiéndolas.

La foto de arriba tendrá un año. Recuerdo lo acontecido en el transcurso y me doy cuenta de cuántos conceptos acumulados, exposiciones y crecimiento.

Sobre todo tras analizarla veo nítidamente balance, equilibrio, quietud interior, consciencia y estabilidad. Tal vez esta percepción esté sesgada por la melodía de Leonard Cohen tan luminosa como lo que proyectaba desde su interior. 
Las vistas de cada habitación reflejan lo que cada uno quiera. Esta es la mía.

Martina Romá





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